jueves, 19 de noviembre de 2009

ORTUÑO Jerónimo ( Siglo XIX)


ORTUÑO Jerónimo ( Siglo XIX)




Profesor de Cirugía. Cirujano en Huércal Overa hacia 1845.Cirujano Titular de Huercal-Overa en 1848, como así se refiere en un documento publicado en La Unión (Domingo, 5 de marzo de 1848, pp.120-122). Firman una comunicación Manuel Vicente Martínez*, José CotanJOSÉ COTANS Y MOLINS*, Vicente Juan y Blanes* y Francisco Caicedo Martínez*. Los tres últimos la firman en Cuevas, a 24 de enero de 1848 y el primero la firma en Vera.

Sostuvo pendencias con médicos y cirujanos de pueblos vecinos. Concretamente con


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Manuel Vicente Martínez*, Cirujano De Vera (Véase éste). Este, tuvo una seria disputa con Gerónimo Ortuño, a quien denuncia el 12 de marzo de 1848 en un larguísimo comunicado publicado en La Unión (p.121). Transcribo parte de dicho documento, testimonio importante en cuanto retrata el estado de las tensiones, conflictos y contiendas de la Medicina rural en la España del siglo XIX, debido a la falta de delimitación profesional de las clases sanitarias fraccionadas y el intrusismo. http://garciaramosmedicosalmerienses.blogspot.com/search/label/VICENTE%20MART%C3%8DNEZ



“Parió la señora en ausencia del ansioso comadrón, pero tuvo el atrevimiento de presentarse a ver a la puérpera, luego que supo...(Etc.): Que nos mancha con cáusticas tintas, y que con los pestíferos miasmas que exhala, emponzoña la atmósfera que hemos de respirar... No hay reputación, por respetable y bien adquirida que sea, que no se halle al alcance del anillo destructor de este hijo espurio de Esculapio: ni el profesor encanecido, ni el joven activo y estudioso, ni el práctico consumado con quienes directa ó indirectamente tiene algún contado, están á salvo de su maléfica influencia, ocasionándoles disgustos amarguísimos, e hiriéndoles de muerte en lo mas sagrado del honor: ni esa candorosa virgen, quien rehúsa por pudor contemplar sus elegantes y seductoras formas, ni la tímida esposa que siente con inefable emoción latir en su seno el legitimo fruto de su amor, ni el interesante parece que se desvive velando siempre por la conservación y porvenir de sus hijos, ni el venerable anciano que contribuyó a dar a su patria muchos (días de gloria, y que tantas lágrimas ha de collar su próxima muerte, son para el mal hijo de la ciencia, objetos respetables; pues al paso que con su lenguage soez escandaliza á las primeras, (...) aterroriza á mas á las segundas, enunciándolas enfáticamente un parto mortal, sino se valen de él luego que se inicie; pronostica brutalmente á los otros el fatal término de su enfermedad, asegurando que padecen afecciones que ni por sueño tienen, y sacrifica á los últimos y á todos, con exorbitantes esacciones anticipadas que su talento está muy lejos de merecer: Si, de merecer; porque lo que justamente merece, es, que una mano de hierro le arranque del cuerpo médico á quien ofende, y le arrastre tan lejos de nuestra comunión, que ni los hombres ni los tiempos puedan recordarnos su odiosa y fatídica memoria



Recaba la ayuda de sus compañeros de Cuevas de Vera, para entre todos corroborar la denuncia y desprestigiar al que ellos consideraban intruso.



Cuatro profesores de medicina y uno de cirugía, establecidos en Cuevas, saben muy bien, que el de cirugía a quien aludo, y cuyo nombre no dejaré en el tintero para que de todos se conozca, con quien han tenido la lamentable desgracia de hallarse alguna vez en contacto, les ha perjudicado en su buena v bien merecida opinión, ya asegurando a los interesados que no habían conocido la enfermedad ya que si con tiempo se hubiesen valido de sus conocimientos, no moriría el enfermo, ni su dolencia habría llegado á hacerse temible y ya haciendo arrojar la medicina que tenían ordenada: jamás tuvo la indispensable atención de consultarles cuando estaban encargados de la asistencia de la paciente como facultativos de cabecera .Así a mansalva, vil y traidoramente, como el que espía la víctima para herirla por la espalda, se ceba ferozmente en la reputación de sus comprofesores, sin respetar siquiera los muchos años de asidua y bien aprovechada práctica, y las venerables canas de algunos. Hubo una ocasión (no lejana por cierto) que empeñado el hombre en asistir al parto de una señora de Cuevas, abandona su pueblo, y constituyéndose en casa de la embarazada, estuvo 28 días esperando la hora apetecida contra la voluntad de los miembros de ella, pues a pesar de las claras insinuaciones de disgusto que le manifestaron, no se apercibió de ellas, mejor no quiso apercibirse, ni dejó su puesto, basta que le espulsaron (sic) terminantemente, diciéndole que se marchara y que cuando ocurriese la novedad se le avisarla. Parió la señora en ausencia del ansioso comadrón, pero tuvo el insolente descaro de presentarse a ver la puérpera, luego que supo su feliz alumbramiento sin ser llamado espresamente. ¿Podrá darse mayor cinismo? ¿qué podrá inferirse de este hecho? déjolo á la consideración de los facultativos,cada uno lo calificará según merece.¿Y qué creen ustedes que hizo de aquella casa durante su criminal holganza?.Pásmense ustedes señores redactores! ¡Atúrdase todo el mundo médico!, se entretenía en las veladas a leer a la familia (entre quien, creo, había una inocente joven) y explicar a su modo, un libro de obstetricia: cierto, que sus oyentes no comprenderían el valor y significación del texto; pero ¿Cuántas palabras no herirían rudamente su delicadeza? ¿Cuántas expresiones no ruborizarían a la inocente. Y bien educada joven que las oía? ¿cuántas veces no sintiera que taladraban sus oídos con una saeta ardiendo? ¿ podrá calcularse el daño que se le causaba? Solía dormirse la familia con la monótona é incomprensible leyenda, y cuando lo notaba el señor de quien me ocupo, la despertaba esplicándola, aclarándolo que había leído. Es preciso haber llegado al estremo(sic) de la degradación y barbarie, para observar una conducta tan innoble tan repugnante é inmoral; mas, el héroe, el protagonista de esta comunicación es capaz. de mucho mas, siempre que crea alucinar á los incautos y darse importancia entre los profanos ó que le haya de reportar algún lucro; ¡cuánta miseria!.






Reconocimiento ginecológico



Así culmina la denuncia contra el cirujano Gerónimo Ortuño:



Uno de los días del mes de octubre del año 1845 se me llamó por un caballero de Cuevas para que con mis amigos y dignos compañeros don José Cotan*, don Francisco Caicedo* y don Vicente Juan y Blanes* terminásemos lo que debía practicarse en un caso de metrorragia consecutiva al parto que padecía su esposa, sin haber espulsado (sic) las secundinas: de común acuerdo, procedimos á la extracción(sic) de aquellas, y habiendo operado con facilidad y buen resultado, quedó la parturienta en disposición de constituirse pronto en un nuevo estado interesante; en efecto, se hizo embarazada, y teniendo ocasión de hablar con el cirujano cuyas proezas relatamos superficialmente, la aseguró en tono de oráculo, que volvería á sufrir otra hemorragia mas terrible y peligrosa que la primera, si con oportunidad no se le llamaba á asistir al parto:» el fatídico pronóstico, que tan angustiosos días produjera á la señora, no solo no se cumplió, sino que tuvo la suerte de no esperimentar otro síntoma atendible, aunque el intencionado profeta no presenció su derrota. No quiero reflexionar sobre este hecho por no molestar mucho, por no hacer muy largo este comunicado, y porque de indignación se cae la pluma de la mano, al considerar la degradante miseria del hombre que desgraciadamente contamos en el número de los cirujanos. No quiero tampoco denunciar otros mil casos en que puedo probar, y que son, si cabe, mas feos que los que dejo indicados, porque mientras me ocupo de ellos, se me agolpa la sangre á la cabeza, padezco cruelmente, y creo que por todas partes me asedian aceradas puntas encendidas; con todo, para que las autoridades competentes llagan caer sobre el transgresor todo el rigor de las leyes, que tan ofendidas y pisoteadas tiene, es indispensable publicar su nombre, aunque al pronunciarlo haya de sufrir amargo dolor y una sensación de quemadura en los labios: vive en Huercal-Overa cabeza de partido judicial, es el titular y se llama don Gerónimo Ortuño.



La denuncia contra Gerónimo Ortuño (1848) la firman los cirujanos de Cuevas José Cotan* , Francisco Caicedo* , Vicente Juan y Blanes* y Vicente Martínez* de Vera, en La Unión ( pp.121-122).

Y como colofón añade:

“Después de firmado este comunicado he sabido, que la familia a quien el charlatán autorizado leía por las noches el libro de partos, se compone de una señora mayor y dos jóvenes hijas casadas: desde luego se ve, que esto no disminuye la gravedad del hecho”

Gerónimo Ortuño ejerció largos años en Huércal Overa como así lo vemos en referencias posteriores de GARCIA ASENSIO. En la epidemia de cólera (de ámbito nacional) que llega a Huércal-Overa en 1855, entre las medidas sanitarias adoptadas por el Ayuntamiento, la 3ª era la de abrir una suscripción popular colectiva y voluntaria "para si viniese la invasión a la villa" . Don Jerónimo Ortuño, Cirujano, ofreció su sueldo completo durante el tiempo que durara la epidemia de cólera. Murieron en el término municipal 105 personas.

Posiblemente fue el padre de otro Gerónimo Ortuño Ortega* natural de Huercal Overa médico que ejerció por Huercal Overa y el Taberno por los años finales del siglo XIX.

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