GRANADOS RUANO Vicente (1877-1930)
Médico
libre de Dalías en 1928.
En
1928 esta entere los medicos que mas ganan con una contribución de 280 pesetas.
Colegiado en 1929 con el número 156
Pueblo, El. Diario de la Mañana (Almería). 06-03-1930,
p. 3
De
Madrid llegó a esta capital el médico don Vicente Granados Ruano.
Cronica
22-4-1930
Desde
Dalias
En
su necrológica está su biografía.
Necrológica
La
horrible Parca, en su implacable tarea devastadora, llamó a las puertas de an
hogir fáliz, don" de reía la dicha, y eligiendo para su presa precisamente
al jefe y fundador de la familia, le asestó el golpe cruel, arrebatándole del mundo
de los vivos y sumiendo en el más profundo - dolor, en el desconsuelo más
grande, a los infortunados deudos que ayer com partieran con el padre querido,
cori el espoBo idolatrado, el bienestar que supo conquistarse en una larga vida
de estudio y laboriosidad. Esa víctima que eligióla Muerte, en PUSinescrutables
deBigoios, fué nuestro amigo cariñoso, el
médico de esta ciudad, don Vicente Granados Ruano, que de tantas y tan
merecidas simpatías gozaba ba, no solo en esta población, don de instaló su
Clinica hace algún tiempo, sino en muchos de les pueblos iimitrofes y
comarcanos, a los que alcanzaba su
esfera de acción profesional y cuyos pacientes acudían a la pericia del finado
ga lene, en alas de la fama que sus continuos éxitos le conquistaran. Enamorado
de su difieil profesión de médico general, rendíale el señor Granados verdadero
culto, consaminado su organismo por traidora enfermedad de pecho y contrariando
el dictamen de compe Ceros eminentes que le recomendaron la quietud y el reposo
imprescindibles para conllevar tan peligroso padecimiento. Y es que nuestro
buen amigo había lie gado a constiuir una segunda naturaleza el ejercicio de la
medicina, y no sabia sustraerse a las incesantes solicitudes de su numerosa
clientela,negándose a aliviar los ajenos dolores. De ahí, el que haya muerto en
la brecha, el que haya sucumbido en plena actividad, en el preciso momento en
que prodigaba, con toda solicitad, sus servicios Drofesionales a una enferma
que ee hallaba en trance bastante apurado y cuyos familiares suplicaron al
médico que no la abandonase y corriera, como corrió, de madrugada y por
difíciles senderos, afanoso de salvar «na vida que amenazaba extinguirse, de no
prestarle inmediato auxilio. Por eso, no es hipérbole si seguramos que el
llorado amigo fué vicutima del cumplimiento del deber. Y asi, le ha sorprendido
la muer te, a los cincuenta y tres años, en la plenitud de sus fecutades, cuan do
aun había que esperar mucho de su acendrado amoi al estudio, de BU claro
talènto y de so férrea voluntad. Aquí, en Dalias, no fué parco en prodigar el
bien, con virtiendo en verdadero sacerdocio el ejercicio de la ciencia de
curar. Y esto, unido a su af ibie trato y a su correcto y caballeroso proceder,
le labró una aureola de cariño y de popularidad, que bien so ha hecho
ostensible en el día de hoy, desfilando el pueblo entero por la casa mortuoria;
y, sobre todo, eeta tarde, «n el acto del entierro, qi*e ha c o n f u i d o una
verdadera raaci festaV'ÓD popular, engrosada con mi choi amigos de Bsrja y de
La Kábita, lugar este último en que también ejerció su profesión el se ñor
Granados y donde gozaba de muy cordiales simpatías. Él féretro, cubierto materialmente
de coronas, fué llevado a. hombros por devotos del finado, que se disputaban
tal honor, y las cintas las llevaron también amigo« del difunto; formando la
presidencia del duelo, el señor Presi de de esa Audiencia, don Luis de
la
Torre, amigo fraternal del señor Granados, de quien era huéapued a la sazón; el
señor cura párroco, don José López Fernández, entrañable aimigo también de
núestro llorado don Vicente, y el R. P. Cerro, de la orden do Santo Domingo,
con residencia en esa capital.
¡Pobre don
Vi'cente; pobre amigo nuestro! Descanse en paz. Y sepan su afiigida esposa, sus
desconsolados hijos y sus frater nos cantaradas, que sentimos muy de veras la
inesperada muerte de tan buen amigo, y lloramos con ellos la desgracia inmensa
que les aflige.
El ilustre médico D. Vicente Granados Ruano que
durante muchos años realizó una magnífica labor profesional en Dalías. A su
muerte, ocurrida en un cortijo del Boquerón Chico cuando atendía a una mujer, muy sentida por todo el vecindario, se abrió
una suscripción popular para erigirle un monumento que después se redujo a esta
fuente en la que se colocó una elegante placa de mármol blanco con su busto y
sencilla dedicatoria
En 1932 desapareció esta
hermosa fuente, colocándose otra al pie de la actual torre del reloj. Tenía
cuatro caños y un modesto pilón, con la única finalidad de recoger el agua no
consumida para destinarla a riego. El origen de esta fuente dio lugar a
comentarios para todos los gustos entre la vecindad, llegando a ser la
protagonista de un cantar, conocido aún en nuestros días:
"Con
cuatro caños que son de oro,
y los pilares de
pedernal,
con dos figuras a
cada lado,
y D. Vicente en medio está”
Edita: Asociación Cultural Talia
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